viernes, 19 de noviembre de 2010

6 x 50 palabras: La lengua


Un día, de pequeña, se había mordido la lengua. Fue así como tuvo dolorosa conciencia de ese músculo que bailaba dentro de su boca. Cuando se recuperó del mordisco empezó a pasar ratos averiguando a solas de cuántas maneras podía moverla, y cuántas maneras de conocer el mundo le proporcionaba.



Descubrió que podía alcanzarse la punta de la nariz con ella. Rotarla 360 grados. Doblarla, enrollarla. Cuando le enseñó sus habilidades a su mejor amiga descubrió que esas habilidades eran raras, que casi nadie podía. Había unos genes asociados al control de esos músculos y ella, al parecer, los tenía.



Creció con ese pequeño secreto. Conoció el primer amor. El día que lo besó por primera vez su lengua despertó. Descubrió el universo de sensaciones que le proporcionaba su hábil uso. Empezó a soñar con saborear la piel de su amado y con humedecer todos los rincones de su cuerpo.



Todos decían: hablas por los codos, ¿puedes tener la lengua quieta? Su padre le decía: ¡muérdete la lengua! Pero a ella cada vez le subyugaba más ese apéndice. Todo lo probaba primero con la punta, y luego lo deslizaba hasta el fondo de la boca, recorriéndolo concentrada y con deleite.



Un buen beso con lengua era algo indefinible. Entrar despacio, invitada, en el interior de una boca, en el lugar de las palabras y los sabores. Encontrarse con otra lengua, acariciarse, bailar, recorrerse. Y un gesto: un lento lametón de gato con los labios abiertos: ¡podía morir en ese momento!



Cuando algo le dolía, o le escocía, se pasaba la lengua. Le reconfortaba su tacto, su calor, su humedad relativa. Si le hubieran preguntado a qué sentido otorgaba más importancia en su vida hubiera dicho que al tacto-gusto de la lengua. Sin duda. Un dos en uno, y mucho más...



jueves, 23 de septiembre de 2010

En la bruma gris de la mañana


Hay un momento
de echar la vista atrás
en este péndulo constante
en el que se mueve el ahora.

Este péndulo me mira
y me hipnotiza,
paraliza mis piernas.

Que alguien me arroje
al mar,
por favor,
a ver si despierto.

lunes, 26 de julio de 2010

Peces


Cojo aire,
y me sumerjo en el mar del inconsciente.
Luego salgo y escribo.

Palabras como peces.
Cuadernos como acuarios.

viernes, 23 de julio de 2010

La maldición de Lorelay


El fondo silencioso de un arroyo poco profundo.

Soy en el ojo de un pez. Soy en la burbuja de una planta de agua. Soy en esa piedra.

Soy la imágen desdibujada de un espíritu triste e insatisfecho, que vaga por los ríos y los senderos buscando el amor y la paz. Mi maldición es la de Lorelay. Algunos me han oído cantar y se sienten turbados en mi presencia. A veces los busco y a veces huyo de ellos. La música de mi corazón es un lamento que marchita las flores y nutre las enredaderas que trepan hasta el sol. Al amanecer visten mi imagen minúsculas gotas de rocío y mi pelo se cubre con las telas que las arañas tejieron en sueños, adornadas con perlas de agua.

Al atardecer el viento danza entre mis pies y las hojas vuelan en su respiración.

Los árboles cuentan sabias historias, pero estoy cansada de tanta sabiduría inmóvil. En los días de sol bailo en el claro del bosque, para el ojo del pájaro oculto, pues ya no tengo sombra que mirar.

Eterno deambular, infinito castigo injusto. ¿Podré alguna vez dejar de sentir? ¿Podré alguna vez dejar de amar? ¿Puedes decirme, viajero, si hay descanso en tu pecho? O déjame bañarme en tu mirada...

Octubre de 1993

jueves, 22 de julio de 2010

Los riesgos del silencio


"... en el silencio corremos el tremendo riesgo de oirnos a nosotros mismos. Y allí, cuidado, anidan los recuerdos de lo que fuimos, soñamos y perdimos."

Antonio Pérez Henares.


No tengo tele. Decidí prescindir de ella hace unos meses, haciéndolo coincidir con el apagón analógico. Desde entonces, cuando quiero el sonido de otras voces pongo la radio. Cuando quiero otras historias, leo libros. Y cuando no quiero otras voces ni otras historias, se hace el silencio. Y me oigo a mí misma, y mi propia historia se desliza ante mis ojos. Estoy sola, sentada en la cumbre de una montaña, en mitad del territorio de mi vida.

O tal vez no tan sola. Porque ahí abajo estás tú. Levantas los ojos hacia la cumbre en la que estoy y me dices: te veo.

miércoles, 14 de julio de 2010

El Unibeso

Dios lanzó un megabeso a la nada y ese fue el origen de todo, y nosotros lo llamamos big bang. Su secretario, a quién la imponente detonación le había dejado momentáneamente sordo, a continuación escuchó “Hágase la luz”, y eso apuntó, y pensó que Un sólo verso era un nombre adecuado para aquello que Dios acababa de crear. Pero en realidad fue Un solo beso. El Unibeso fue creado por un Dios que deseaba, más que nada, besar y besar.

Sonidos del iai


Fuera, suenan los truenos.
Dentro, se baten en duelo, en silencio.
Dicen el kata y gritan su kiai.
Suenan los bokken al golpear.
Suena el kiai.
Suena la lluvia.
Oigo tronar.

sábado, 3 de julio de 2010

Vermut con Dios


Vengo de tomar el vermut con Dios. No fue a propósito, tengo que decir que yo estaba en el bar antes que Él. Pero apareció por allí, y cuando le saludé, se vino conmigo.

Vereis, voy a contaros algunas cosas de Dios.

Dios es un tipo estupendo, muy inteligente, que se ríe mucho, sobre todo de sí mismo. No cree en Él. Bueno, más bien creo que apostata de la imagen que han querido dar de Él. En lo único que se parece a la imagen de la iglesia que han dado de Él, es que tiene barba blanca. ¡Ah!, por cierto, usa gafas. Pues bien, Dios y yo estuvimos hablando de blogs, y de Internet. Dios tiene un blog, y hace poco entró en el mío, y lo encontró aceptable, tanto como para poner un link desde el suyo, cosa que me honra, como podéis imaginar. A Dios, esto de Internet le parece una revolución increíble. Es consciente de los peligros que acechan a la red, en forma de gobiernos controladores e intereses políticos, pero aún así el entusiasmo borra todo amago de desesperanza en el devenir, desesperanza de la que debe acumular kilos y kilos desde que creó al ser humano a su imagen y semejanza y lo puso a rodar por aquí.

Dios, burlonamente, no cree en si mismo. Pero yo sí creo en él, por eso existe, y me invita a una cañita de vez en cuando, no sé si para agradecérmelo, o porque le caigo bien.

Me gustaría pensar que es por esto último.

jueves, 20 de mayo de 2010

Abraza...

En la cuenta corriente de los abrazos, abrazo que das, abrazo que te reembolsan, así que nunca te quedas sin ellos. Los abrazos no tributan a hacienda, sino que son en sí mismo un tributo a los que se abrazan. Abraza más. Abraza ahora.

jueves, 6 de mayo de 2010

Non voglio amar, non voglio (No quiero amar, no quiero)


La música comenzó a sonar. Inclinada sobre el libreto, seguía las palabras de los personajes, las lamentaciones y glosas de amor. Me conmoví con el dolor de Penélope, el amor de Melanto, el infortunio de Ulises. Uno tras otro los actos iban pasando, desgajándose en música, perdiéndose como el viento. Tras el concierto fuimos a cenar. Casi sin que me diera cuenta, me cogió la mano. La dejé un ratito allí, sin importarme demasiado. Tras la cena volvió a tomarla, acariciándola levemente, como lo haría con un pájaro asustado. Me llevó a casa. Le di un beso en la mejilla. Me respondió con un fugaz beso en los labios. Y creo que fue fugaz porque salí huyendo de allí, hacia la oscuridad de la noche.

lunes, 15 de febrero de 2010

El cénit de su belleza

Una rosa perfecta. En su mejor punto, en el cénit de su belleza. Está sobre mi mesa. Es un regalo. Son docenas de pétalos arremolinados, sujetando su perfume. Esa rosa me mira y me recuerda que soy afortunada de tener tu cariño.

P.D. Gracias Eku...

domingo, 7 de febrero de 2010

Iaido. El principio.


A las diez menos cuarto estaba en la puerta del gimnasio, esta vez en ropa de deporte, dispuesta a regalarme unas cuantas agujetas si eso suponía poder manejar un sable, aunque fuera de madera.

Me descalcé para pisar el tatami. Me quité la chaqueta del chándal. Félix vino a ponerme un obi. "Vaya", exclamó, "otra que va todo de negro". Era verdad, pantalón negro, camiseta negra. No lo había hecho a propósito. El cinturón, también negro. Algunos compañeros bromean con el tema..."Para ser la primera clase, cinturón negro..."

Intento seguirles en el saludo ritual. Luego Félix me lleva a parte y empieza enseñándome algunos movimientos sencillos. Cómo coger el bokken. Como alzarlo por encima de la cabeza y cortar hasta la altura del hara. Repito los ejercicios, mientras les da instrucciones al resto. Me mira con el rabillo del ojo, lo sé. Yo sigo practicando, encantada con la sensación. Ahora de rodillas, adelantando una pierna. Practico un rato.

Por fin, el momento que estaba yo esperando: aprender a enfundar y desenfundar... No es tan sencillo como parece, meter la hoja con el filo hacia arriba, desenfundar con un sólo movimiento fluido. Lo intento una y otra vez. Mira al espejo, me dice Félix. No mires hacia abajo. Me concentro y prefiero no mirar a ninguna parte, mirar dentro, a la sensación de movimiento, al movimiento del bokken en mi cabeza. Me paro. Repito. No. Repito. Uf, no es tan fácil, nunca creí que lo fuera...

Ya casi ha pasado la hora. Félix me pide que pare, "ya has trabajado bastante por hoy", dice, y me invita a ver las katas del resto de los compañeros. La clase se acaba. De nuevo, el ritual. Me hago un lío con las manos y el sable y acabo al revés que todos. Me río yo sola, bajito. "Esto es lo que hay", me dice Félix. "Luego es paciencia, constancia. Nada más".

Me encanta.

Puedo adivinar todo lo que una disciplina así puede ofrecerme, y sé que depende de eso, de la constancia.

Bueno. Poco a poco, empezando por el principio.

Y este es el principio.


Nota: La entrada fue escrita el primer día de entrenamiento, como una viñeta de ese momento. La foto que la ilustra fue tomada un año y un mes después (Mi agradecimiento al estupendo trabajo de Eva Mansilla, de Photo Studio 23).