lunes, 15 de febrero de 2010

El cénit de su belleza

Una rosa perfecta. En su mejor punto, en el cénit de su belleza. Está sobre mi mesa. Es un regalo. Son docenas de pétalos arremolinados, sujetando su perfume. Esa rosa me mira y me recuerda que soy afortunada de tener tu cariño.

P.D. Gracias Eku...

domingo, 7 de febrero de 2010

Iaido. El principio.


A las diez menos cuarto estaba en la puerta del gimnasio, esta vez en ropa de deporte, dispuesta a regalarme unas cuantas agujetas si eso suponía poder manejar un sable, aunque fuera de madera.

Me descalcé para pisar el tatami. Me quité la chaqueta del chándal. Félix vino a ponerme un obi. "Vaya", exclamó, "otra que va todo de negro". Era verdad, pantalón negro, camiseta negra. No lo había hecho a propósito. El cinturón, también negro. Algunos compañeros bromean con el tema..."Para ser la primera clase, cinturón negro..."

Intento seguirles en el saludo ritual. Luego Félix me lleva a parte y empieza enseñándome algunos movimientos sencillos. Cómo coger el bokken. Como alzarlo por encima de la cabeza y cortar hasta la altura del hara. Repito los ejercicios, mientras les da instrucciones al resto. Me mira con el rabillo del ojo, lo sé. Yo sigo practicando, encantada con la sensación. Ahora de rodillas, adelantando una pierna. Practico un rato.

Por fin, el momento que estaba yo esperando: aprender a enfundar y desenfundar... No es tan sencillo como parece, meter la hoja con el filo hacia arriba, desenfundar con un sólo movimiento fluido. Lo intento una y otra vez. Mira al espejo, me dice Félix. No mires hacia abajo. Me concentro y prefiero no mirar a ninguna parte, mirar dentro, a la sensación de movimiento, al movimiento del bokken en mi cabeza. Me paro. Repito. No. Repito. Uf, no es tan fácil, nunca creí que lo fuera...

Ya casi ha pasado la hora. Félix me pide que pare, "ya has trabajado bastante por hoy", dice, y me invita a ver las katas del resto de los compañeros. La clase se acaba. De nuevo, el ritual. Me hago un lío con las manos y el sable y acabo al revés que todos. Me río yo sola, bajito. "Esto es lo que hay", me dice Félix. "Luego es paciencia, constancia. Nada más".

Me encanta.

Puedo adivinar todo lo que una disciplina así puede ofrecerme, y sé que depende de eso, de la constancia.

Bueno. Poco a poco, empezando por el principio.

Y este es el principio.


Nota: La entrada fue escrita el primer día de entrenamiento, como una viñeta de ese momento. La foto que la ilustra fue tomada un año y un mes después (Mi agradecimiento al estupendo trabajo de Eva Mansilla, de Photo Studio 23).