lunes, 26 de julio de 2010

Peces


Cojo aire,
y me sumerjo en el mar del inconsciente.
Luego salgo y escribo.

Palabras como peces.
Cuadernos como acuarios.

viernes, 23 de julio de 2010

La maldición de Lorelay


El fondo silencioso de un arroyo poco profundo.

Soy en el ojo de un pez. Soy en la burbuja de una planta de agua. Soy en esa piedra.

Soy la imágen desdibujada de un espíritu triste e insatisfecho, que vaga por los ríos y los senderos buscando el amor y la paz. Mi maldición es la de Lorelay. Algunos me han oído cantar y se sienten turbados en mi presencia. A veces los busco y a veces huyo de ellos. La música de mi corazón es un lamento que marchita las flores y nutre las enredaderas que trepan hasta el sol. Al amanecer visten mi imagen minúsculas gotas de rocío y mi pelo se cubre con las telas que las arañas tejieron en sueños, adornadas con perlas de agua.

Al atardecer el viento danza entre mis pies y las hojas vuelan en su respiración.

Los árboles cuentan sabias historias, pero estoy cansada de tanta sabiduría inmóvil. En los días de sol bailo en el claro del bosque, para el ojo del pájaro oculto, pues ya no tengo sombra que mirar.

Eterno deambular, infinito castigo injusto. ¿Podré alguna vez dejar de sentir? ¿Podré alguna vez dejar de amar? ¿Puedes decirme, viajero, si hay descanso en tu pecho? O déjame bañarme en tu mirada...

Octubre de 1993

jueves, 22 de julio de 2010

Los riesgos del silencio


"... en el silencio corremos el tremendo riesgo de oirnos a nosotros mismos. Y allí, cuidado, anidan los recuerdos de lo que fuimos, soñamos y perdimos."

Antonio Pérez Henares.


No tengo tele. Decidí prescindir de ella hace unos meses, haciéndolo coincidir con el apagón analógico. Desde entonces, cuando quiero el sonido de otras voces pongo la radio. Cuando quiero otras historias, leo libros. Y cuando no quiero otras voces ni otras historias, se hace el silencio. Y me oigo a mí misma, y mi propia historia se desliza ante mis ojos. Estoy sola, sentada en la cumbre de una montaña, en mitad del territorio de mi vida.

O tal vez no tan sola. Porque ahí abajo estás tú. Levantas los ojos hacia la cumbre en la que estoy y me dices: te veo.

miércoles, 14 de julio de 2010

El Unibeso

Dios lanzó un megabeso a la nada y ese fue el origen de todo, y nosotros lo llamamos big bang. Su secretario, a quién la imponente detonación le había dejado momentáneamente sordo, a continuación escuchó “Hágase la luz”, y eso apuntó, y pensó que Un sólo verso era un nombre adecuado para aquello que Dios acababa de crear. Pero en realidad fue Un solo beso. El Unibeso fue creado por un Dios que deseaba, más que nada, besar y besar.

Sonidos del iai


Fuera, suenan los truenos.
Dentro, se baten en duelo, en silencio.
Dicen el kata y gritan su kiai.
Suenan los bokken al golpear.
Suena el kiai.
Suena la lluvia.
Oigo tronar.

sábado, 3 de julio de 2010

Vermut con Dios


Vengo de tomar el vermut con Dios. No fue a propósito, tengo que decir que yo estaba en el bar antes que Él. Pero apareció por allí, y cuando le saludé, se vino conmigo.

Vereis, voy a contaros algunas cosas de Dios.

Dios es un tipo estupendo, muy inteligente, que se ríe mucho, sobre todo de sí mismo. No cree en Él. Bueno, más bien creo que apostata de la imagen que han querido dar de Él. En lo único que se parece a la imagen de la iglesia que han dado de Él, es que tiene barba blanca. ¡Ah!, por cierto, usa gafas. Pues bien, Dios y yo estuvimos hablando de blogs, y de Internet. Dios tiene un blog, y hace poco entró en el mío, y lo encontró aceptable, tanto como para poner un link desde el suyo, cosa que me honra, como podéis imaginar. A Dios, esto de Internet le parece una revolución increíble. Es consciente de los peligros que acechan a la red, en forma de gobiernos controladores e intereses políticos, pero aún así el entusiasmo borra todo amago de desesperanza en el devenir, desesperanza de la que debe acumular kilos y kilos desde que creó al ser humano a su imagen y semejanza y lo puso a rodar por aquí.

Dios, burlonamente, no cree en si mismo. Pero yo sí creo en él, por eso existe, y me invita a una cañita de vez en cuando, no sé si para agradecérmelo, o porque le caigo bien.

Me gustaría pensar que es por esto último.